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La Quimera del Oro

Couverture du livre « La Quimera del Oro » de Jack London aux éditions Culturea
  • Date de parution :
  • Editeur : Culturea
  • EAN : 9791041810819
  • Série : (-)
  • Support : Papier
Résumé:

-Ivan, te prohibo que sigas adelante con esta empresa. Ni una palabra de esto o estamos perdidos. Si se enteran los americanos o los ingleses de que tenemos oro en estas montanas, nos arruinaran. Nos invadiran a miles y nos acorralaran contra la pared hasta la muerte. Asi hablaba el viejo... Voir plus

-Ivan, te prohibo que sigas adelante con esta empresa. Ni una palabra de esto o estamos perdidos. Si se enteran los americanos o los ingleses de que tenemos oro en estas montanas, nos arruinaran. Nos invadiran a miles y nos acorralaran contra la pared hasta la muerte. Asi hablaba el viejo gobernador ruso de Sitka, Baranov, en 1804 a uno de sus cazadores eslavos que acababa de sacar de su bolsillo un punado de pepitas de oro. Baranov, comerciante de pieles y autócrata, comprendia demasiado bien y temia la llegada de los recios e indomables buscadores de oro de estirpe anglosajona. Por tanto, se calló la noticia, igual que los gobernadores que le sucedieron, de manera que cuando los Estados Unidos compraron Alaska en 1867, la compraron por sus pieles y pescado, sin pensar en los tesoros que ocultaba. Sin embargo, en cuanto Alaska se convirtió en tierra americana, miles de nuestros aventureros partieron hacia el norte. Fueron los hombres de los «dias dorados», los hombres de California, Fraser, Cassiar y Cariboo. Con la misteriosa e infinita fe de los buscadores de oro, creian que la veta de oro que corria a través de América desde el cabo de Hornos hasta California no terminaba en la Columbia Britanica. Estaban convencidos de que se prolongaba mas al norte, y el grito era de «mas al norte». No perdieron el tiempo y, a principios de los setenta, dejando Treadwell y la bahia de Silver Bow, para que la descubrieran los que llegaron después, se precipitaron hacia la desconocida blancura. Avanzaban con dificultad hacia el norte, siempre hacia el norte, hasta que sus picos resonaron en las playas heladas del océano Ártico y temblaron al lado de las hogueras de Nome, hechas en la arena con madera de deriva.

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